sábado, 23 de abril de 2016

VIAJE A LA VILLA DE CAZORLA

Autor Casa de Jaén | sábado, 23 de abril de 2016 | Categoria: |


El día 20 de mayo de 2016, la Casa de Jaén, es decir, muchos de sus componentes, acompañados de amigos, han visitado Cazorla, “la gran desconocida”, según sospechan algunos. Calificada de esta manera porque encierra en su alma la servidumbre de haber nacido en un entorno tan bello y poderoso que ha acabado por dejarla en la reserva. Como si no dispusiese de motivos suficientes y bastantes para mostrar sus propios valores. Y como si ser cabecera de una comarca y una sierra velara lo que lleva dentro por sí misma y fuera una servidumbre en su propio ser.

Con este recado, había que acercarse por allí para conocer los tesoros que pudiera encerrar, deshacer el entuerto por si no era justo y, en definitiva, constatar si estaba justificado o no ese cierto arrinconamiento. Había que acercarse por allí, efectivamente, asomarse por sus calles y percibir lo que son y representan. Y así se hizo.
El parque del Santo Cristo; La iglesia parroquial de san José; El Ayuntamiento (antes, convento de la Merced, s. VX y XVI); El Balcón de Zabaleta; El Castillo de la Yedra; Museo y centro de interpretación del río Cerezuelo; Iglesia de san Francisco (s. XVII) … fue al recorrido que siguió el grupo y que le permitió apreciar sobradamente las virtualidades y excelencias que guarda la villa. Y cómo de insostenible es ese argumento que, por mor del enclave donde está y las cargas que le acucian, sufre y padece.
Junto al arte y las demás manifestaciones culturales que presenta, paralelas y acomodadas a nuestra expresión artística andaluza, la ciudad de Cazorla ofrece una singularidad, originalmente arquitectónica pero que acaba siendo social y urbana y traspasa toda su vida y existencia, lo que es y lo que aparenta. La historia es que, tras la derrota de los almohades en Las Navas de Tolosa, Alfonso VIII y sus sucesores se vieron necesitados, para la gestión y el gobierno de los nuevos territorios, de nombrar representantes públicos a los que dieron el nombre de “adelantados”. Cazorla fue designada sede de uno de ellos y la responsabilidad de la tarea asignada al arzobispado de Toledo.
Pasado el tiempo, Francisco de los Cobos y Molina, natural de Úbeda, a la sazón secretario de actas de Carlos V y personaje de grandiosa prosapia que apetecía esa dignidad, acabó convenciendo al emperador, que le concedió ese nombramiento. Ya adelantado de Cazorla, quiso dejar testimonio de su grandeza y contrató a Andrés de Vandelvira para que dirigiera la edificación de una gran iglesia dedicada a santa María.
La dificultad para llevar a cabo ese proyecto se apreció en seguida: la concentración urbana y demográfica de la ciudad apenas ofrecía espacio disponible para una obra, que se quería magna y principal. Y fue entonces cuando el afamado arquitecto propuso construir una bóveda sobre el río Cerezuelo, lo que permitiría disponer de un espacio suficiente para la referida iglesia y, a la vez, para una gran plaza. (Es imprescindible reseñar que la ciudad de Cazorla está situada en definitiva en el valle de este río, que es el que marca senderos y da la estructura geográfica de la población). Y así se hizo, quedando configurado de este modo un nuevo diseño urbano de Cazorla.
Del templo solo queda una parte, básicamente el frontal principal, pues el tiempo, en una construcción tan ajustada, ha hecho de las suyas, pero la plaza aún sigue, convertida en referencia del centro de la población.
Las dificultades constructivas que hubo que superar y su belleza resultante hacen de esta obra un sorprendente caso singular, como se ha dicho, en Europa.
Otra referencia básica que ofrece Cazorla, en este caso inmaterial, es la muy famosa leyenda de “La tragantía”, la trágica historia de aquella princesa mora a la que su padre encerró en una cueva para evitarle algún mal que pudieran ocasionarle los cristianos, que ya llegaban hasta las murallas. Por razones de seguridad no había comunicado a nadie su decisión y, muerto en la batalla, se llevó su secreto para toda la eternidad. Ella quedó así encerrada para siempre desde donde grita sus amenazas:

Yo soy la tragantía
 hija del rey moro, 
quien me oiga cantar 
no verá la luz del día
 ni la noche de San Juan.

La visita a Cazorla estuvo adornada con la recepción que ofreció el alcalde, que, además de colaborar en la organización, se mostró muy cariñoso y atento con la Casa y su gente. Merece por ello nuestro reconocimiento y gratitud. Como es natural en estos casos hubo intercambio de recuerdos.
Para los que participaron en ese acaecimiento, Cazorla ha dejado de ser “la desconocida”, Y para sus prójimos, por lo que vinieron contando, pues casi también.


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